Escribo estas líneas a 6 de noviembre de 2017.
El 21 de diciembre se celebran unas trascendentales elecciones para Cataluña, y para el resto de España.
Del resultado depende en buena parte el devenir político de nuestro país.
Se forman dos grandes bloques, los constitucionalistas y los independentistas.
Por supuesto, hay que respetar todas las opciones, pues en esto consiste la democracia.
Pero los catalanes han de sopesar muy bien los pros y contras de su voto, pues de ello depende su seguridad, calidad de vida y futuro. Y asimismo, por ende, indirectamente, el transcurso del resto de España.
Un triunfo independentista situaría a Cataluña en una situación comprometida, con riesgo de que se repitan los graves sucesos de estos meses.
Los partidos independentistas no han cambiado sus posiciones. Quieren una República Catalana independiente y su triunfo les daría alas, repitiendo previsiblemente los pasos lamentables que tenemos aún en la retina. No cejan en su empeño, pese a saber que la república independiente choca con nuestra Constitución. Otra vez art. 155, manifestaciones, fuga de empresas...
Los recientes acontecimientos tras el 155, con manifestaciones, ese Camp Nou politizado, esa tv3 politizada, las declaraciones de los líderes... No hay duda.
El Gobierno ha de velar por la neutralidad en el proceso, sin manipulaciones. Ya la tv3 pública está demostrando su sesgo...
La situación es muy preocupante.
En el campo de los constitucionalistas vemos firmeza en PP y C´s, pero el psoe catalán, la tercera pata del trípode de la esperanza está dividido. Es un PSC que "tira" para otro lado e Iceta hace lo posible y lo imposible por recomponerlo... Es un frente débil ante la extraordinaria organización de la maquinaria secesionista. Mucho me temo lo peor...
En fin, que los ciudadanos catalanes decidan. Ellos mismos se la juegan... Los humildes ciudadanos españoles en general, de fuera de Cataluña, poco podemos hacer, somos la mayoría silenciosa.
Solo hacer oír nuestra voz, y si eso sirve de algo...
¡Pobre España!